7 mar 2010

Restaurante invisible

El post que me ocupa hoy trata sobre un restaurante clandestino que hay cerca de mi trabajo, lo descubrí hace un mes y he comido en él unas tres veces. Está ubicado en un chalet muy fashion, que no delata la presencia de un restaurante.
Cuando entras al comedor, es como estar en tu casa (salvando las distancias y el lujo, grandes distancias) no en un restaurante. Tienes tu tele, pantalla plana de 42 pulgadas, para ver el telediario mientras comes, tus libros, el periódico, revistas para las largas esperas...

El caso es que no caben más de seis o siete mesas para los comensales, vamos que la crisis hace que la gente se las ingenie para pagar la hipoteca como sea.
Lo malo es el servicio; yo creo que hay una o dos personas para todo: cocinar, atender, servir, recoger, cobrar... vamos, todas las tareas que se hacen en un restaurante al uso.
Los inconvenientes son precisamente esos: tardan mucho en atenderte, tardan mucho en servirte la comida, tardan mucho en traerte el siguiente plato y el postre, la comida no está mal pero bastante mejorable, algo escasa en cantidad. Por contra comes con vajilla de lujo, unas copas de cristal fino estupendas para catar un buen vino (no el que sirven claro), unos platos alucinantes, una taza de café que sería la envidia de cualquier madre, y el precio no es caro, inferior a la media de un menú del día por la zona en que trabajo.

Obviamente no llama mucho la atención porque nadie sabe al ver el chalet que ahí dan comidas, de hecho el primer día entramos con mucho recelo, pero una vez dentro estas cómodo, aunque o mejoran los tiempos de espera o no van a poder continuar con el invento.

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