La vida es una sucesión de segundos.

Estaba en mi casa tranquilamente leyendo un libro cuando se empiezan a escuchar voces provenientes de la calle, un fuerte olor a goma quemada y una cortina de humo cubrió la ventana, cuando el aire de la calle me dejó ver un poco pude salir al balcón para ver qué pasaba, al parecer en el taller de al lado de mi casa, que se dedica a la reparación de vehículos, una de sus máquinas se había incendiado. Pronto la gente se movilizó para auxiliar al que lo necesitaba y hacer uso de los extintores que tenia el taller. En principio todo estaba controlado, pero un coche estaba quemándose y sino es por la rápida actuación de un vecino hubiera explotado y las desgracias podían haber superado el matiz material para convertirse en algo peor.

Al cabo de unas dos horas otro incidente perturba la tranquilidad de mi calle, un coche está a punto de atropellar a una niña que, lejos de sus padres, estaba cruzando la calle entre dos coches aparcados por lo que el conductor no pudo verla. No pasó nada pero pudo suceder una desgracia.

Esto, además de lo sucedido en Valencia, te hace pensar que tenemos que disfrutar cada segundo de nuestras vidas, no dejar de hacer las cosas que uno desea, ayudar al que lo necesite y decir las cosas que no te atreves a decir porque quizá el día menos pensado la sucesión converge a cero y no a infinito como imaginamos, yo por lo menos.